Ha estallado una nueva alarma en el sector
financiero tras el anuncio, el pasado 31 de marzo, del Banco Santander del
cierre de 450 oficinas y ajustar o prescindir de todas las áreas corporativas
que no sean rentables, y como consecuencia de mayor gravedad, desprenderse de
un 12% aproximadamente de la plantilla.
La excusa que utiliza el banco principalmente es la
mala situación del actual contexto económico (mayores requisitos regulatorios y
fuertes caídas en los tipos de interés) y la evolución del comportamiento de
los clientes por las nuevas tecnologías.
Dicho esto, esta reestructuración no sólo supone
aligerar la plantilla sino reajustar el negocio al nuevo panorama financiero,
basado en una exponencial evolución de las nuevas tecnologías. La llegada de
los servicios de banca digital ha hecho que, según entienden los directivos,
las oficinas aminoren sus cargas de trabajo, lo cual conduce a que se necesite
menos personal.
El plan está basado en ganar más dinero a través de
extender un nuevo concepto de oficina, más multicanal, y enfocado a una
atención especializada en el que sobrará el trabajo administrativo.
Desde la UGT estamos
profundamente preocupados por el devenir de este nuevo panorama financiero, ya
que esta
nueva vuelta de tuerca supondrá un precio para los trabajadores que no será
otro que su empleo o una precarización continuada de sus condiciones laborales,
hasta pasar a ser empleados más baratos para nuestras entidades.
No hay que olvidar que el Banco Santander obtuvo un beneficio neto atribuido de
5.966 millones en 2015.
Este intento de mermar nuestras condiciones
laborales lo estamos constatando en las propuestas que presenta en la mesa de
Convenio la Patronal de Ahorro, que llevamos negociando más de 15 meses.
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